Cuando me senté a escribir esta historia, no pensé que iba a escribir esta historia. Siendo honesta, a veces simplemente me siento frente a una página en blanco para ver qué cosa sale del baúl de los recuerdos…
Estoy segura que en ese momento sentí el aroma del pan, cerré los ojos y escuché ladridos. Probablemente recordé aquel episodio de mi infancia en que el Lolo (el perro de mis abuelos) me arrebató una zapatilla y se la llevó en el hocico hasta la panadería de mi abuela en Pichidegua, una corrida que en mi memoria parecía una maratón. Finalmente la zapatilla quedó enterrada en un montículo de arena y piedrecillas que había fuera, y tuve que excavar para encontrarla.
Luego recordé esa jauría que parecía dueña del Metro Los Héroes. Siempre estaban a las afueras, jugando en el cruce o haciendo alguna travesura, en más de una ocasión quisieron robarme el pan, y hasta terminé regalándoles unas marraquetas una vez porque su líder no me iba a dejar llegar a la pensión sin llevarse un pancito. Casi parecía un puma, era grande, o al menos lo era en mi imaginación. Todavía recuerdo el hilito de baba que dejó en el aire.
En ese momento de pre-escritura, también aparecieron en mi memoria esos perros que me siguieron durante las celebraciones de un año nuevo en Valparaíso; los perros lanudos que iban al ritmo del famoso corredor de calle Caupolicán en Temuco, nuestro Forrest Gump; o los que me pillé más de una vez caminando en grupo por el centro de Puerto Montt, Lota, Castro o en otros lados.
Hay perros por ahí. “Muchos perros”. Así se llama el libro, pensé altiro.
Las huellas de perros estaban fijadas en el papel, y de a poco se fue delineando una historia sobre los miedos. Sobre lo que nos mueve a superarlos y cómo la infancia es una etapa donde se aprende muchísimo acerca de ello, porque todo parece más grave de lo que es, más dientudo, más peludo...
Así fue cómo nació la historia de “Muchos perros”, libro que el año pasado postulamos al Fondo de Creación, ganamos (¡eh, por finnn!), y en este momento está en etapa de creación de las ilustraciones de la mano del talentoso Milo Chikawale, un artista temuquense que le está dando su toque de color y dramatismo a una narración que tiene sus propias texturas y matices.
En una próxima entrega les contaré esa parte: el desarrollo de las ilustraciones.
De todas formas, desde ya puedes imaginarte a un niño subiendo un cerro del puerto con el semblante sudoroso por lo que debe enfrentar para regresar a casa. Unos perros han llegado a cambiar la calle, y las idas al almacén ya no son lo mismo. Su vida ya no es la misma. ¿Qué hará para lidiar con estos nuevos vecinos?
Ya te estaré contando más al respecto.
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