#33 Ana María Güiraldes: “El libro es el único elemento que nos enfrenta a nosotros mismos”
Hoy te invito a redescubrir la magia de una de las autoras de LIJ más icónicas de Chile. Una escritora de larga trayectoria y grandes historias que seguro guardas en tu librero preferido. Pasa a leer.
Hola, espero que tengas tantas ansias como yo de leer esta entrega. Normalmente escribo reseñas, comentarios o te cuento algo que me mueve el corazón, pero la primera edición de Cabritas fue una entrevista y decidí que la #33 también lo fuera. Es que no podía cerrar el “Mes de la mujer” sin preparar algo especial para ti.
Me animé a regresar a mis raíces periodísticas y hacer una entrevista inesperada. Curiosamente, sólo un nombre se me vino a la mente, porque de pura casualidad pillé sus libros en la casa de mis padres, y no pude evitar pensar en ella y cómo fue que decidió escribir para las infancias. Se trata de la brillante, Ana María Güiraldes, quien muy amablemente accedió a ésta breve entrevista para compartir luces de su vida, su amistad y trabajo conjunto con Jacqueline Balcells, y su visión creativa.
Ana María nació en Linares en 1946, estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad Católica de Chile y en 1983 ganó el Premio Municipal de Literatura de Santiago por su libro “El nudo movedizo”, y de ahí en adelante ha publicado más de cuarenta libros (varios de ellos escritos junto a Jacqueline Balcells), entre los que destacan “Un embrujo de cinco siglos” (1991), “Bonifacio, el esqueleto” (1993), y “Cuenta que te cuento” (2023).
A continuación te invito a concerla un poco más. Toma un té, una agüita o un cafecito, y siéntate cómoda/o para leer esta breve entrevista.
Escribir es una pasión, un arte y también un trabajo arduo. ¿Siempre fue tu sueño ser escritora? ¿Alguna vez te lo imaginaste de niña?
Sí, siempre quise ser escritora. De hecho, de niña escribía poemas, los pasaba en limpio en hojas bonitas y los firmaba, eran “mis libros”. Pero me lo propuse con más firmeza cuando era una adolescente. A los 15 años pensaba que me iba a morir, porque todos en la familia me encontraban idéntica a una tía que murió a esa edad. Y yo, que era imaginativa y nerviosa, pensé que si era tan parecida, seguro seguiría el mismo camino de ella. La noche antes de mi cumpleaños me despedí de mis hermanos que me miraron sin entender tantísimo cariño, de mis papás, que no entendían por qué les pedía perdón. Me duché largo rato para morir en olor a santidad, y me dormí con los brazos cruzados en el pecho, como las santas que veía en los cuadros de mi colegio de monjas.
Desperté con el Cumpleaños Feliz que me cantaba mi mamá sosteniendo una bandeja con un rico desayuno… ¡Estaba viva! Entonces se me ocurrió algo… Le pregunté a mi mamá a qué hora había nacido y me dijo que a las doce en punto del día. Listo, pensé, me voy a morir al mediodía. Todo esto sucedía en Linares, donde el mediodía se anunciaba con la sirena de los bomberos. Tipo 11:30 de la mañana busqué en el jardín un lugar lindo para morir, y cuando vi la hilera de rosales lo decidí: morir junto a las flores sería perfecto. Me tendí junto a los rosales, no sin antes desparramar algunos pétalos sobre mí y esperé el pitazo de las doce.
Recuerdo la angustia de saber que en pocos minutos más moriría. No sabía cómo podría ser, si vería todo negro, o un golpetazo en la cabeza me aturdiría o primero iba a quedar ciega… Ya venía la muerte… las doce se acercaban… mi reloj me anunciaba que me quedaba un minuto de vida… el corazón me galopaba en los oídos… y… UHHHHHHHHH… la sirena del mediodía se escuchó más fuerte que nunca. Esperé la puñalada, la ceguera, el ataque… Y nada. Solo el corazón asustado y su galope. ¡¡¡De nuevo no me había muerto!!! La felicidad me hizo dar brincos junto a los rosales.
“Si no me morí quiere decir que he vuelto a nacer”, pensé. Y me propuse un plan de vida: 1.- Casarme y tener hijos. 2.- Ser profesora de Castellano. 3.- Ser escritora.
Cumplí mi plan, punto por punto.
¿Cómo se dio el salto de escribir para adultos (“El nudo movedizo”; 1983) a escribir literatura infantil? ¿Qué te motivó a escribir para niños y niñas, y qué dificultades encontraste en el camino?
Buena pregunta. Creo que para mí nunca existió una línea divisoria, solo escribía acerca de lo que tenía ganas. Podía ser de un hombre que se ahogaba o de una lagartija que lavaba los pañales de sus crías. La realidad es que me llamaron para trabajar en el suplemento infantil de El Mercurio llamado Pocas Pecas y ahí tenía que escribir las aventuras del personaje y un cuento semanal. Después, me pidieron que fuera la editora de la revista Jardín Infantil Apuntes de Ediciones Lo Castillo de El Mercurio, donde escribía tres cuentos en cada revista al mes.
Una vez me llamó por teléfono alguien de la Editorial Andrés Bello para pedirme cuentos porque querían editarme un libro. Tomé unos cuantos de los que había escrito y apareció mi primer libro: “Ratita Marita” y “La lombriz resfriada”. Ya me había dado cuenta que escribir literatura infantil me producía mayor alegría y pasión que hacerlo para adultos. Como que formaba parte de mi ADN. Las editoriales comenzaron a interesarse en mi trabajo y así fueron apareciendo más libros. No recuerdo haber tenido problemas.
Trabajar en equipo siempre implica un desafío, organización y buena coordinación. ¿Cómo nació la sociedad con Jacqueline Balcells? ¿Y cuál fue el libro que más les costó hacer en conjunto?
Cuando trabajaba en la revista Jardín Infantil Apuntes, mi jefe me llamó para decirme que iba a ir una señora que quería proponer un proyecto y como yo era la editora, debía estar con él para recibirla, la señora del proyecto resultó ser Jacqueline. Ella venía llegando de Francia y tenía ideas para la revista. Cuando se despidió yo me fui a mi oficina y Jacqueline me siguió para conversar otro poco. Nos caímos regio.
A los dos meses la revista terminó. Se había agotado el dinero. A los pocos días de estar ya en mi casa, me llamó por teléfono Jacqueline para conversar y me dijo que inventáramos juntas algo.
Así comenzaron a nacer nuestros libros, algunos de corte policial, otros más juguetones, otros histórico/literarios. No nos costaba escribir, lo pasábamos estupendo, nos reíamos mucho. Teníamos un sistema de trabajo riguroso e inamovible. Horario de oficina, todos los días. Teníamos que leer mucho para la colección que escribimos “Un día en la vida de…”, terminábamos rendidas y con los ojos viendo puntitos. En un libro de esa colección trabajamos mucho, fue en “Un día en la vida de Makarina, bella de Rapanui”. Tuvimos que leer muchísimo sobre Isla de Pascua, buscar sobre el sistema de vida, alimentación, ritos, costumbres. Ese libro creo que fue el que más trabajo nos dio.
Apenas el 17% de la lectura complementaria escolar sugerida en Chile está escrita por mujeres (sólo 131 de 769 libros, según las bases curriculares del Ministerio de Educación). ¿A qué crees que se debe este fenómeno? ¿Qué consideras que se puede hacer para potenciar a nuestras creadoras en los espacios educativos?
Esa cifra haría suponer que hay más hombres que mujeres dedicados a la escritura. Obviamente no es así. Yo dirijo talleres literarios y el 80% de las personas que participan son mujeres que escriben de maravilla y muchas ya están editadas. ¿Será que las editoriales confían más en los hombres? Tampoco lo creo, en literatura lo que vale es el texto, no el género del autor. Yo les diría a las mujeres creadoras que no bajen la guardia, que insistan, porque el talento es más liviano que el agua: siempre sale a flote.
“Un embrujo de cinco siglos” y “Misión Alfa Centauro” fueron dos libros que tuve el gusto de leer durante mi infancia. Me trasladaron a rincones imposibles y a imaginar sin límites. ¿Qué importancia tiene el cultivar la imaginación a través de la lectura desde una temprana edad?
Cultivar la imaginación a través de la lectura desde una temprana edad contribuye a tener la capacidad de soñar con los ojos abiertos, conocer lugares insospechados y tener amigos “de papel”. Dentro de las artes, el libro es el único elemento que nos enfrenta a nosotros mismos, a nuestra mente. Es cuando nos conocemos mucho más porque al enfrentarnos a otras vidas, nos damos cuenta cuál no querríamos vivir y cuál sí. Qué nos recuerda algo que estamos leyendo o con qué lo relacionamos.
La mente trabaja en forma activa a través de las letras. Mientras antes se enfrente el niño a esos procesos, mejor. Decía Roald Dahl que el que no cree en la magia, nunca la encontrará. Y el niño que encuentre la magia en sus libros, será más feliz.
Esas fueron mis cinco preguntas y sus cinco respuestas. Me hubiera encantado hacer muchas más, jaja, pero bueno, al menos quería permitirme una pequeña reflexión al final:
Ana María merece ser parte de la conversación literaria y de nuestras lecturas. Hoy en día nos acostumbramos a celebrar la juventud o los premios de nuestras autoras, pero poco honramos la experiencia de las que siguen creando en la etapa más madura de la vida. No me cabe duda de que sus títulos seguirán acompañando a nuevas generaciones, y es labor de quienes comunicamos sobre LIJ abrir espacios y permitir que su voz se siga escuchando.
Muchas gracias por crear, Ana María.
Y muchas gracias a ti por leer este boletín.
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Un abrazo cabritoso,
Felu🍿
Me encanta! Me tocó trabajar con ella y Jacqueline, tienen libros increíbles! Felicitaciones por la entrevista